Artes de México

Una ventana al asombroso mundo de la medicina nahua

09/10/2021 - 11:59 pm

En este libro, el autor nos lleva de la mano para caminar con él por la geografía de la Sierra de Texcoco, pero también para encontrarnos con personas de sus distintas comunidades y conocer a mujeres y hombres que compartieron mitos, historias o vivencias. Todos los aspectos abordados por el autor nos conducen irremediablemente a pensar el mundo de la medicina desde una realidad diferente a la que se vive en la ciudad, y no es precisamente porque las comunidades que son el objeto de su estudio se encuentren alejadas de la urbe ,o en una situación que las mantenga al margen de lo que sucede en ella.

Por Norma Angélica Cervantes Villalpando

Ciudad de México, 10 de octubre (SinEmbargo).- Más de quince años tomó al autor de este libro la investigación sobre la medicina tradicional en la Sierra de Texcoco. En su obra El cuerpo, el alma, la palabra. Medicina nahua en la Sierra de Texcoco, David Lorente Fernández, nos presenta los resultados obtenidos después del largo camino que emprendió para conocer y comprender la cosmovisión nahua sobre el cuerpo, la persona, la enfermedad y su cura. El título de esta obra por sí mismo nos abre una ventana a infinitas posibilidades, es de cierta forma un anuncio de que en sus páginas nos aguarda un tesoro. En este libro, el autor nos lleva de la mano para caminar con él por la geografía de la Sierra de Texcoco, pero también para encontrarnos con personas de sus distintas comunidades y conocer a mujeres y hombres que compartieron mitos, historias o vivencias, que abrieron las puertas de sus hogares para revelar sus prácticas y rituales curativos.

Todos los aspectos abordados por el autor nos conducen irremediablemente a pensar el mundo de la medicina desde una realidad diferente a la que se vive en la ciudad, y no es precisamente porque las comunidades que son el objeto de su estudio se encuentren alejadas de la urbe ,o en una situación que las mantenga al margen de lo que sucede en ella. Por el contrario, es su cercanía con la Ciudad de México (a sólo cuarenta kilómetros al oriente), lo que en principio nos llena de asombro y nos permite dimensionar el fenómeno de la medicina tradicional y reconocer su valor cultural, porque ha podido subsistir a pesar de las transformaciones, producto del mundo globalizado, y adaptarse a la nueva realidad.

Hoy, los habitantes de la Sierra de Texcoco no sólo se desplazan a la ciudad para incorporarse a la fuerza de trabajo, también, acceden a educación, a bienes y servicios como el Internet y con ello al consumo masivo de información digital, circunstancias que pese a que inciden de manera importante en la forma de vida de los serranos, no han provocado el abandono por parte de estos, de las prácticas para sanar enfermedades del cuerpo y del espíritu que conforme a la cosmovisión nahua puede padecer una persona.

Lorente señala que uno de los cambios que trajo consigo la modernización fue la biomedicina, es decir, la atención sanitaria que llegó a la Sierra desde la década de los setenta instalándose pequeños dispensarios y que, para los años noventa, se emplazaron clínicas de salud en el centro de las poblaciones con los servicios más básicos para la atención médica. Sin embargo, actualmente en estos centros sólo se atienden ciertas dolencias recurrentes que de manera gradual los mismos pobladores han ido delegando a los médicos (afecciones respiratorias, diarrea y conjuntivitis entre otras).

El cuerpo, el alma, la palabra. Medicina nahua en la Sierra de Texcoco. Foto: Artes de México

Lorene sostiene que otras categorías de enfermedades que se padecen y que están relacionadas con las distintas dimensiones simbólicas de la cultura serrana y sus relaciones sociales (el susto o espanto, mal de aire, pérdida del espíritu, mal de ojo, agresión de un nahual o de una bruja chupasangre, el daño o brujería, caída de mollera, tiricia o chincual) sólo pueden ser atendidas por terapeutas indígenas, pues su curación encuentra sentido exclusivamente para los nahuas, en el seno de la misma cultura y no en parámetros o criterios externos. En el referido contexto, Lorente pone en evidencia el conflicto que aún persiste entre la medicina tradicional y la biomedicina en las comunidades, puesto que, por un lado, sus habitantes se resisten a que algunos padecimientos sean tratados por el personal de los centros de salud y, por otro, los médicos de estos centros de salud sólo reconocen la existencia de las enfermedades que ellos mismos atienden. De ahí que censuren, descalifiquen y estigmaticen a los pacientes e indirectamente los persuadan de que los “otros” males son de naturaleza clandestina y esto conlleva a que sean negados públicamente y permanezcan en secreto.

A pesar de este desencuentro, el autor deja claro el importante papel que desempeña la medicina nahua como un sistema vigente, en el que terapeutas indígenas y madres de familia configuran un dominio compartido y sus prácticas se adaptan y recrean en el contexto cambiante de la globalización. Otro tema que se aborda ampliamente en este libro es el de la enfermedad, descrita como un complejo proceso en la concepción nahua que se caracteriza por una relación interdependiente entre dimensiones corporales y anímicas, por lo que, los padecimientos tienden a ser clasificados en “materiales o físicos” y “espirituales”. Esta distinción, le permite al autor explicar a lo largo de su obra cómo rige en gran medida la especialización de los terapeutas tradicionales, de modo que quienes curan materialmente son hueseros, sobanderos, parteras, hierberos o curanderos herbolarios. En cambio, quienes lo hacen espiritualmente son los tepatique o terapeutas generalistas de susto y mal de aire, curanderos herbolarios, tesifteros o graniceros, los espiritualistas trinitarios marianos y los tetlachihuique o brujos.

El cuerpo, el alma, la palabra. Medicina nahua en la Sierra de Texcoco. Foto: Artes de México

El acto de curar –nos dice- es multidimensional, persigue como objetivos principales sanar la enfermedad y purificar al enfermo, capturar el mal para eliminarlo, restablecer al paciente, dotarlo de fuerza, vivificarlo para evitar recaídas o nuevas agresiones.

Así, a través de diversos testimonios recogidos directamente de terapeutas tradicionales se nos revela el procedimiento utilizado en la medicina nahua para procurar salud a una persona. En principio, se identifican el padecimiento y su origen, si estos son físicos o materiales (como afecciones cutáneas, accidentes, empacho, diarrea, desajustes del equilibrio término corporal, entre otros) entonces se atribuyen a causas habitualmente naturalistas, fruto de una intervención imprevista del entorno, sin intencionalidad de un agente consciente o resultado de un funcionamiento deficitario e imperfecto del organismo.

Pero, si las afecciones son espirituales la causa se explica a partir de agentes patógenos conscientes: dueños de los lugares, malos aires, nahuales, en ocasiones Dios o los santos y, con frecuencia, individuos con capacidades nocivas o brujos con intensiones dañinas.

Curar estos padecimientos requiere de terapeutas especializados, y su competencia en la materia es legitimada por los mismos pobladores que reconocen sus dones, poderes o potestades adquiridos de muy diversas formas: una enfermedad iniciática, el designio divino o la descarga de un rayo.
Descubrimos, en las experiencias que son compartidas por quienes practican la medicina nahua, que sus ritos curativos pueden ser sencillos o extremadamente complejos, pueden ir desde la ingesta de tés o alimentos, la unción de aceites en el cuerpo, una barrida con hierbas, acompañada de rezos o invocaciones, hasta prácticas que incluyen la confección de ofrendas o muñecos fabricados con la ropa del enfermo para recuperar un espíritu. Algunas de esas prácticas, según nos cuentan los médicos tradicionales, requieren la presencia de redes familiares, o el acompañamiento de madrinas, incluso el apoyo de la comunidad en general para lograr curar la enfermedad. En uno de sus capítulos, el autor se refiere ampliamente a las enfermedades culturales infantiles (caída de mollera, tiricia, mal de ojo y xoxal, agresiones de bruja chupa sangre y males de los ahueques o dueños del agua) así como a sus causas y, en sus descripciones y en los testimonios que comparte hace visible el importante papel que juegan las madres de familia como las primeras terapeutas que diagnostican y atienden a los niños cuando presentan patologías, pues cuentan con un conocimiento tácito el cual se revela a menudo en sus acciones de lo que debe o no hacerse durante la crianza de un hijo.

Es la madre la primera que aplica terapéutica doméstica, pero si el padecimiento no remite es ella quien diagnostica si la afección puede tratarse por un médico o terapeuta tradicional, de este modo desarrolla un proceso de búsqueda conocido como itinerario terapéutico que inicia con la asesoría de la abuela u otras mujeres de la comunidad. En suma, con este texto Lorente Fernández abre un espacio a la reflexión, nos permite adentrarnos de una manera profunda a una cosmovisión en la que el cuidado del cuerpo y del alma es la tarea fundamental. Verdaderamente logra instalar en nuestro pensamiento una idea alterna sobre la persona, la enfermedad y la medicina.

El cuerpo, el alma, la palabra. Medicina nahua en la Sierra de Texcoco. Foto: Artes de México

Además, vale la pena mencionar que, como muestra de su generosidad, el autor integra a su obra un glosario de términos que sin duda representan una gran herramienta para acercarnos a la cosmología nahua, pero también incluye un apartado de “anexos” en el que reúne una serie de recursos herbolarios, nos comparte el modo en que son empleados en la medicina tradicional y cuál es la afección o padecimiento que curan, abriendo así la puerta a un conocimiento que bien podríamos poner en práctica. Por lo pronto, hágase el favor de leer este valioso texto de pasta dura, el cual, está bellamente ilustrado con dibujos principalmente de flores, frutos y hierbas que dan cuenta de la diversidad de elementos botánicos utilizados por los médicos tradicionales.

Consigue el libro a través de la página web de la editorial www.artesdemexico.com

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